21/10/09

Prontas Elecciones

Menú 19 de Noviembre. A solo 2000 votos


Platos de fondo:

-Fiscalización

-Transparencia

-Democracia

-Libertad de Expresión

-Acercamiento a los Estudiantes

-Langosta Termidor

-Faisán relleno de caviar y alcaparras

+Postre: Dialogo constante con los alumnos

+Refresco o Mate de hierba política




¿Cansado de mirar el menú? ¿Cansado de pedir algo y que el mozo le diga que solo tiene un par de platos?

La analogía sirve para demostrar la frustración que sentimos muchos alumnos con las elecciones políticas que se realizan cada año en la universidad. Ahora bien, lo primero que uno va a preguntar es ¿Cuáles alumnos? Y yo respondo que entre ellos están todos los que caminan a diario por los pasillos de la universidad, a los cuales uno detiene y pregunta ¿Está satisfecho con sus representantes universitarios? ¿Cree que cumplen sus promesas? Y contestan que no. Grupo en el que se incluye vuestro servidor. Pero descuiden, no tengo afán de denunciar o señalar cada caso en concreto. Solo expreso ese malestar, y sin sabor que me deja la política universitaria. ¿Por qué ofrecer tantos platos cuando en realidad no se tiene ninguno?

El problema no creo que sea solo responsabilidad de los candidatos, sino también de quienes votan por ellos: Una generación de electores acostumbrada a las palabras bonitas y difusas que carecen de sentido práctico. En las cuales no creemos realmente, pero nos hacen sentir más sofisticados, intelectuales, o… políticos ¿Por qué no?

¿Fiscalización? ¿Y de que sirve eso? Habría primero que preguntarse: ¿Y qué significa eso? ya sé, un “político” me dirá: Controlar y presionar a la universidad. Y yo le diré: ¿Pero qué es exactamente fiscalizar? ¿Controlar y presionar los servicios que brindan los diversos organismos universitarios? Apuesto que contestaría eso, pero no me dejaría satisfecho. Pero, ¿Y cómo se hace eso? ¿Quién lo hace? ¿Con que objeto? Porque no hace falta ser un genio para saber que la fiscalización por la mera fiscalización entorpece los servicios. En todo caso, ¿A quién fiscalizar? ¿Bajo qué criterios? ¿Por qué?

Nunca faltan las preguntas pues es obvio que podemos preguntarnos tanto cuando estamos frente a un concepto tan vago y difuso.

Dígame usted, cómo consumidor, ¿Qué espera cuando le ofrecen un plato de comida? Espera algo sin duda delicioso, ¿Verdad? A menos que no le importe pagar por algo malo. ¿Y si le ofreciera Fiscalización? ¿Transparencia? ¿Democracia? Dígame, ¿Realmente espera algo? Estamos de acuerdo en que, o bien espera una maravilla (cosa que sólo Dios, Buda, Mahoma, Montesquieu u otro análogo se lo dará), o no espera nada, sobre todo si se lo ofrece un seudo político que con su corta y sesgada experiencia de vida (de ¿19-25? Años). Porque hay que ser honestos señores, ¿Podríamos llamarles políticos? Es cómo ver a una constructora erigiendo un inmenso edificio, y al otro lado un niño con sus bloques de plástico imitando a sus mayores. Así es, en esta universidad jugamos a la política. ¿Y qué tiene eso de malo? Me dirá alguno. ¿Algo es algo, no? otro. Y les digo que jugar a la política no tiene nada de malo, pero hay dos cosas que sí son malas: Creerse un político siendo un politiquero, y conformarse con los juguetes cuando la realidad exige personas dirigentes y capaces de actuar por los alumnos.

¿Está cansado del mozo que le dice que no tiene los platos que ofrece su menú? Entonces, ¿Por qué no está cansado de su representante que le ofrece cosas que no hace? En su defecto, ¿No sería mejor que le ofrezcan solo 2 platos, y no tan ostentosos pero accesibles y concretos? No es correcto ofrecer faisán si a las justas alcanza para el pollo. O hacer pasar camarones por Langosta. ¿Ofrecer fiscalización? Mejor ofrezcamos, por ejemplo, fiscalización semanal por parte de un alumno con nombre, apellido y código de la ¿Fepuc?, que en determinado comedor vigilará por un par de horas que las raciones de comida sean servidas adecuadamente mientras almuerza y al mismo tiempo degusta la calidad de los alimentos. No suena tan difícil, ¿Verdad? Y no lo es efectivamente. O que tal, en vez de ofrecer transparencia, colocar un panel donde se cuelgan documentos con los principales actos e informes, que será actualizado por un representante con nombre, apellido y código, ciertos días, digamos lunes y jueves. ¿Qué? ¿Ya existen paneles? Por supuesto, pero sólo basta mirarlos para ver el importantísimo fín y uso que se les está dando. Pero mejor aún, que hayan más paneles, en más facultades. La transparencia por la mera palabra no genera nada, pero los actos que nos permiten ser transparentes generan confianza. Que se envíen mails para informar de los actos que van a realizarse con anterioridad razonable, y se especifique que toda crítica o consulta es bienvenida, que uno no actúa a nombre propio, sino a nombre de los alumnos que representa.

Hace falta mucho tiempo para pensar en todo eso, y desde luego, todo es teoría. Pero, ¿Cuán difícil podría ser en la práctica? No estamos hablando de poner en práctica la fiscalización, sino un acto muy preciso y concreto de ella. En todo caso, ¿Cuál parece ser más difícil de realizar? ¿El todo que al ser tan amplio pierde su esencia, o una parte específica de él?

Ahora alguno, porque nunca falta uno, dirá que eso es ver las cosas con poca ambición. Pues urge aclarar que bajar del paraíso de los conceptos ideales, y poner los píes en la tierra no es un signo de falta de ambición. ¡Es todo lo contrario! ¿Qué cosas más ambiciosa que intentar alcanzar una meta poco a poco, de manera segura y práctica? ¿No es obvio? ¿Qué mérito tiene fantasear?... si las personas no viven de las ideas. Júzguelo usted mismo querido lector.

Solo recuerde antes de elegir a sus representantes, que lo maravilloso oculta incapacidad, falta de análisis, y falta de sobriedad. Opte por el menú de dos platos no tan ostentosos. Seguro así no irá a sentirse decepcionado, sino satisfecho por haber pagado (votado) por algo que será lo ofrecido.

 
 
Joan Enrique Torre Pinares - Alumno de la Facultad de Derecho